Lorna, el vado, los femicidios, los prejuicios y la muerte, por Ch. Astorelli
Al cierre de esta edición, el presunto femicida de Lorna Mateluna Sala se encontraba aún en el Hospital Aurelio Crespo de Cruz del Eje, a la espera de que le tomen declaración indagatoria el viernes 29. San Marcos es malo.
“Hay una declaración de culpabilidad ante la policía, pero lo que importa para el Juez es la declaración indagatoria y las pruebas”, afirma el fiscal subrogante Martín Bertone, que investiga el asesinato que conmocionó a este “tranquilo pueblito del Noroeste cordobés”. Las comillas no son porque no lo sea, sino porque es la fórmula que han repetido incansablemente los medios gráficos provinciales y nacionales para hablar de un hecho de violencia y de violencia de género que -además de conmocionarnos por su brutalidad -, dejó en evidencia los prejuicios que nutren algunos medios de comunicación y su supuesto “lenguaje de la realidad”, alimentando un sentido común que poco tienen. Porque ya aparecieron muchos culpables. “Lo que pasa es que en este pueblo cada cual puede hacer lo que quiere”, opinaba una vecina en el San Marcos Whatsapp como una primera reacción que tuvo tanto de conmoción como de irresponsabilidad. A partir de ahí, tanto las redes sociales locales como los medios provinciales fogonearon enfoques y datos, miradas y opiniones que dejaron en un segundo plano la comisión de un femicidio más en la Argentina, maquillándolo con pacatería y simplismo. Y es que una de las novedades del caso es esa: la carátula de la causa como “homicidio agravado por violencia de género, femicidio”, lo que prevé una pena de prisión perpetua que no contempla un homicidio simple o en otras circunstancias. Pero para los medios y para muchos vecinos de San Marcos que participan en Facebook pareciera que las mujeres son menos persona cuando se divierten, o los asesinos son menos violentos cuando matan en un “pueblo que se droga”, o el dolor de una muerte es menos punzante cuando ocurre en “circunstancias desconocidas”.
“Cinco días de amistad, anécdotas, música y otras hierbas, hasta que llegó la muerte”, comienza la crónica idiota del apresamiento de Justo Ismael Pereyra en el diario provincial Día a día. Así, los detalles alimentaron morbosidades, lo nimio se transformó en tapa, la estupidez se disfrazó de inmediatez y eficacia informativa. Porque una de las cosas que sazonó el femicidio de Lorna fue el incautamiento de una camioneta llena de plantines de marihuana mientras buscaban al asesino. Y una vez más, la tapa que no habla de lo que pasa encontró en San Marcos un placebo de realidad. Las redes se apabullaron con comentarios de vecinos indignados por el flagelo de la droga que “de una vez hay que atacar”, que hay que hacer algo con el Vado de López y todos los que vienen y viven acá y piensan que San Marcos es tierra de nadie. Todos buscando más culpables, aunque no haya. Y yo me acordé de cuando nadie investigó la venta de drogas del asesino de Bandu. Me acordé también de cuando nadie dijo “ni uno menos”. De cuando no vi a ningún vecino facebookero preocupado en los tribunales. Y también me acordé de que el San Marcos feo, horrible y descontrolado que muchos quieren construir hizo peñas para que la mamá de Bandu pudiera afrontar el juicio, o para que lo operen a Kenko, o para que Juan se recupere. O del San Marcos que se juntó hace unos días para comprar rapidito la miel que va a pagar la operación de Aldana. Y del San Marcos donde un saludo es una suerte, una sonrisa es el pan de cada día, y los pasos de mi hijo caminan al lado de tanta gente. Porque una de las cosas que pasaría ahora es que Lorna estaría bailando feliz en alguno de nuestros bares, riendo, entre hippies y paisanos, mecida en sus vacaciones por el amor de nuestras calles. Si la muerte no hubiera llegado a su cabeza, asombrada de la mano que la empujaba en una piedra. Una mano que la empujaba sobre Lorna divertida, erótica, inocente, triste o curiosa. Sobre Lorna que ya no está.