Eco…

… de mi valle.

“Y te acabás enterando. Al final te acabás enterando. Y se acabanenterando todos. Aunque no lo quieras. Un ejemplo te doy: tenés un vecino al que nunca saludaste en tu vida y, sin quererlo, te enterás: algo que esconde, porque todos escondemos algo, una humillación, un vicio, una pena, y ese algo, el día menos pensando, sale a la luz, y termina enterándose quien menos te esperabas y, al tiempo, lo sabe todo el pueblo, porque acá no hay secreto que pueda guardarse. Que conste, algunos piensan que el matrimonio puede ser una escondite, pero no, tampoco. Ni siquiera quedándote solo hasta el fin de tus noches, vas a mantener oculto algo que no querés que se sepa. Te enterás. Siempre. De todo, te enterás. Porque escuchás una conversación en el súper, al pasar, o te cuenta un remisero. No hay que confiarse de los remiseros: esos están al tanto de los pormenores de todas y cada una de las almas de este lugar, que ahora, en invierno, permanece sepultado en la bruma que viene del mar, esa bruma que parece chuparse todos los secretos. Podés enterarte cuando vas al banco o cuando fuiste a la Municipalidad a pagar la moratoria. Prestá atención, tené cuidado. No te confiés ni cuando caminás por el bosque, te internás en las alamedas y solo escuchás tus pasos en la arena, mirás alrededor y no se ve un alma, los chalets y las cabañas con las persianas bajas, y ese silencio que te intimida. No te confiés: aunque una casa tiene crecido el yuyaje y la maleza bloquea el acceso, a pesar de ese aspecto que tiene de abandonada, no te confiés. Acá siempre te están mirando. Esa persiana se subió unos centímetros, esa cortina se ha movido, alguien acecha detrás de esa ligustrina. Estás vigilado. Siempre. Y así como te observan, sin que lo adviertas, pronto vos vas a empezar a fijarte en nosotros. Pero vos no le digas a nadie que yo te dije. A nadie”.

Fragmento de la novela Cámara Gesell, de Guillermo Saccomano, publicada en septiembre de 2012.